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En un contexto de alta exigencia operativa y necesidad por reducir costos, la lubricación emerge/aparece como una herramienta clave para potenciar la productividad del sector agropecuario.

Ya no se trata sólo de una tarea técnica de mantenimiento, sino de una inversión estratégica que incide directamente en la eficiencia y en la vida útil de los equipos, así como también en la prevención de fallas.

Las grasas lubricantes, en particular, cumplen un rol silencioso pero fundamental. Por su composición –una mezcla de aceite base, espesante y aditivos– están diseñadas para permanecer en su lugar incluso en condiciones extremas de carga, temperatura y vibración, formando una película protectora que reduce la fricción y evita el ingreso de contaminantes como el polvo y el agua.

En el campo, donde la maquinaria trabaja intensamente y muchas veces en ambientes hostiles, esta capacidad de protección resulta decisiva. Una correcta selección del tipo de lubricación, y especialmente de la grasa apropiada, puede marcar la diferencia. Al maximizar el rendimiento de los componentes, se alargan los intervalos de relubricación y se reduce la exposición hombre-máquina -es decir, se disminuye la necesidad de que las personas intervengan directamente en las máquinas para tareas de mantenimiento, como reengrasar o relubricar componentes-, generando un impacto directo en la productividad y en los costos operativos.

Desde la experiencia del uso con la tecnología de grasas industriales Mobil™, -marca con más de 150 años en el mercado-, en el 80 % de las aplicaciones son con grasa. Esto se debe a que, frente a ciertas configuraciones o limitaciones físicas, la grasa se vuelve la opción más eficaz: protege, resiste el lavado con agua, minimiza el riesgo de fugas y reduce la necesidad de sellos complejos.

Las grasas lubricantes son la opción más adecuada para múltiples componentes de los equipos del sector agropecuario. Su correcta elección y aplicación favorecen a la maximización de la protección de las maquinarias, evitan fallas prematuras, reducen tiempos de inactividad o parada y optimizan el uso de recursos, convirtiéndose en un factor decisivo para el buen desempeño, impactando directamente en la productividad del campo.

En definitiva, el agro necesita cada vez más precisión, eficiencia y decisiones basadas en el conocimiento técnico. Y en ese camino, la lubricación –con una mirada integral y actualizada– se consolida como una herramienta poderosa para cuidar el corazón del campo: sus máquinas.